EL FLAMENCO EN PEÑARROYA-PUEBLONUEVO (1881-1950),
REFLEJO DE LA MEMORIA ORAL DE UN PUEBLO MINERO
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EL FLAMENCO EN PEÑARROYA-PUEBLONUEVO (1881-1950),
REFLEJO DE LA MEMORIA ORAL DE UN PUEBLO MINERO
Ángela Mª Pérez Castaño
Resumen
Indagamos sobre la presencia del arte flamenco en Peñarroya-Pueblonuevo
(Córdoba), y buscamos posibles huellas que confirmen o desmientan la existencia de
algún cante autóctono.
Palabras clave
Flamenco, minería, Peñarroya-Pueblonuevo
Abstract
We investigate on the presence of the flamenco music in Peñarroya-Pueblonuevo
(Cordoba), and look for possible fingerprints that confirm or deny the existence of some
indigenous songs.
1. Preámbulo
No ha sido nunca estudiado el vínculo existente entre flamenco y minería en el
Valle del Guadiato (Córdoba), al partir la flamencología tradicional de una idea
preestablecida: la poca o nula difusión que ha tenido el flamenco local de esta zona ya
que sus cantaores no trascendieron el límite comarcal. Este hecho ha servido como
argumento indicativo para sostener, apoyar y obstaculizar el estudio y análisis de las
relaciones de intercambio e influencias establecidas entre los cantes mineros
procedentes del Levante y otras zonas andaluzas, sobre el repertorio propio de los
mineros peñarriblenses. Este silencio nos condujo a plantearnos algunos interrogantes.
¿Pudo existir en esta cuenca minera un foco de cantes mineros semejante al de Linares,
Cartagena y La Unión? Si esto no sucedió, ¿cuáles fueron las causas? El trabajo del
flamencólogo cordobés Agustín Gómez,
Cantes y
Estilos del Flamenco
, nos ofreció una
primera respuesta al afirmar que “no todas las tarantas y mineras son de Murcia o
Levante, las hay también en Linares, La Carolina, en Almadén (Ciudad Real) y en
Peñarroya-Pueblonuevo (Córdoba)” (2003: 207).
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Esta declaración se convirtió para nosotros casi en una hipótesis de partida, que
nos impulsó a la búsqueda de un cante minero “autóctono” de la zona cordobesa, una
posible taranta local, hoy totalmente olvidada.
2. La minería en Peñarroya-Pueblonuevo
En la Córdoba del Alto Valle del Guadiato comienzan a desarrollarse a mediados
del S. XIX diversas explotaciones mineras de carbón, atrayendo hacia la cuenca a una
numerosa población de aluvión, que ve una posibilidad de mejora en los sueldos
mineros. En 1881, con capital francés, se establece en Peñarroya-Pueblonuevo la
Sociedad Minera y Metalúrgica de Peñarroya (SMMP), una sociedad dura y competitiva
que se hace pronto con el monopolio de los carbones del sur de España gracias a
su
moderno complejo minero denominado “cerco industrial”, circunstancia que supone
para la zona un avance cultural, político y social sin precedentes.
A principios de los años 50 del siglo XX aparecen los primeros signos de
agotamiento del recurso minero, que traen consigo el cierre de las explotaciones y el
declive del cerco industrial. Esta etapa de depresión económica abre el camino de una
lenta pero constante emigración de la población obrera hacia otras zonas mineras
españolas y extranjeras, culminando este proceso en la década de los 70 con la pérdida
para el municipio de dos tercios de su población.
3. El flamenco en Peñarroya-Pueblonuevo
Pero, ¿qué podemos decir del flamenco? Nuestros primeros encuentros con
cantaores y aficionados peñarriblenses son descorazonadores, mostrándose rotundos en
sus declaraciones: no hay signos en el pueblo de un cante local, dudan de la existencia
de una antigua afición y afirman que los cantes mineros realizan su entrada en el año
1978, con la creación de la primera peña flamenca “La Minera”, artífice del I Concurso
Nacional de Cante de las Minas Ciudad de Peñarroya-Pueblonuevo.
Sorprendentemente, la entrevista que mantenemos con Agustín Gómez confirma
las declaraciones de los aficionados peñarriblenses, contradiciendo, por tanto, sus
propias palabras anteriormente citadas. Queda descartada la posible existencia de una
taranta propia de la zona.
No obstante, el descubrimiento, gracias a la información que nos proporcionan
algunos vecinos del pueblo, de dos antiguos cantores locales, apodados “El Vinagre” y
“El Rata”, da un giro inesperado a nuestra investigación. Manteniendo intacta la
hipótesis inicial, nos decidimos, pues, a rescatar del olvido la historia del flamenco en
esta zona minera; una historia fragmentaria y casi extinta a consecuencia de la diáspora
sufrida a principios de los años 50. Y el medio del que nos valdremos para su rescate no
será otro que la memoria oral de sus gentes.
4. Nuestro proyecto de investigación
Con nuestra investigación sobre la existencia de un cante minero autóctono en
Peñarroya-Pueblonuevo pretendemos acercarnos al objeto de estudio desde un triple
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perspectiva, pues conforman todas un ente inseparable (Cruces, 2002: 146): el
repertorio de cantes habituales en la cuenca minera, las letras de los cantes así como los
espacios sociales donde estos han sido creados y difundidos.
La investigación se ha llevado a cabo en dos fases. Por una parte, hemos realizado
un exhaustivo análisis de las principales fuentes primarias de esta época, conservadas en
el Archivo Municipal de Belmez, el Archivo Municipal de Peñarroya-Pueblonuevo y el
Archivo Histórico Provincial de Córdoba, para poder determinar la procedencia de los
grupos andaluces llegados a la Sierra de Córdoba y el contacto de esta población con
otras ciudades mineras. De esta forma también hemos logrado un mayor conocimiento
de la relación de esta clase obrera con otras clases sociales, así como información sobre
sus espacios de sociabilidad. Paralelamente se ha procedido a la lectura y vaciado de
periódicos locales
1 y provinciales2
, recopilando acontecimientos sociales y culturales
del pueblo así como cualquier tipo de publicidad de sus espacios de ocio.
La segunda fase ha consistido en rescatar la memoria oral de los habitantes de
Peñarroya-Pueblonuevo, utilizando como medio la entrevista. Así hemos tenido ocasión
de hablar con mineros, cantaores, aficionados, investigadores y familiares directos de
personas que protagonizaron el flamenco de esa época.
5. Primeras manifestaciones del flamenco
Es un hecho que la comunidad más numerosa de emigrantes establecidos en la
zona proceden de los pueblos aledaños a ella, cordobeses y extremeños, estos últimos
sobre todo de la provincia de Badajoz, de la llamada Siberia extremeña
3
. Por ello,
investigadores y estudiosos naturales de Peñarroya-Pueblonuevo afirman
categóricamente que la expresión flamenca, tanto en el cante como en el baile o el
toque, no pudo asentarse en el pueblo al ser una manifestación propia de la cultura
andaluza. Consideran, por el contrario, que su raíz cultural es extremeña, pues la gran
mayoría de los primeros pobladores son oriundos de allí. Es más, aseguran que su “no
identificación” con el flamenco es un rasgo propio de su idiosincrasia, de “una cultura
propia y legítima” (Díaz Esteban, 2003: 401). Pero esta idea, que actualmente está
cobrando mayor fuerza, alimentada por los estudiosos del pueblo, queda totalmente
rebatida y anulada con la llegada de los cantes flamencos más alegres y festeros que se
escuchan en la cuenca a principios del S. XX: son los jaleos y los tangos, introducidos
precisamente por una comunidad étnica perteneciente a esta población: los gitanos extremenos.
Numerosos grupos de gitanos, tratantes de ganado, procedentes de Extremadura
hacían su aparición en la cuenca a principios de junio para realizar la exhibición y venta
de sus ganados en las numerosas y muy importantes ferias vecinas. Esta comarca y la de
los Pedroches se convertían en un corredor de muestra de ganado céntrico entre
1
La inmensa mayoría de publicaciones locales, muy abundantes entre 1900-1930, desaparecieron
casi en su totalidad durante la Guerra Civil; los ejemplares que se salvaron permanecen en colecciones
privadas y cerradas, lo que dificulta mucho su estudio. Hemos tenido acceso solo al
Boletín de la
Asociación Sanitaria Regional en el Partido de Fuente Obejuna
(1920-1922); Lucha social (1921),
Don
Quijote
(1924) y a la Revista Peñarroya
(1962-1975).
2
Diario de Córdoba (1884-1910), El Comercio de
Córdoba (1887),
El Defensor de Córdoba
(1998-1920).
3
Los pueblos que la componen son: Baterno, Casas de D. Pedro, Castilblanco, Esparrogosa de
Lares, Fuenlabrada de los Montes, Garbayuela, Garlitos, Helechosa de los Montes y Herrera del Duque
© Servicio de Publicaciones de la Universidad de Murcia http://revistas.um.es/flamenco 120 Andalucía, Castilla y Extremadura. Llevaban una vida nómada durante los meses de verano, finalizando la
temporada en octubre, precisamente con la feria celebrada en la aldea de Peñarroya4. Por esta razón, su presencia en la zona no se reducía a los tres días de feria sino que era constante todo el
verano. La feria, además de una forma de ganarse la vida, era lugar de reencuentro de diferentes familias gitanas, que aprovechaban este tiempo de convivencia para pactar sus bodas. Estas largas y
alegres celebraciones, que duraban varios días, han quedado grabadas en la memoria de los peñarriblenses que las vivieron. De este modo, no es de extrañar que sus cantos hayan influido tanto en el
pueblo y que se pongan de moda, tal como ocurre en la segunda década del S. XX, donde los tangos flamencos son utilizados como cierre de todo tipo de fiesta y “obligados para terminar los bailes
populares” (López Mohedano, 2003: 61). Los cantes bajo-andaluces realizan su entrada en la cuenca minera a través de grupos de andaluces de provincias más alejadas. La amplitud y fuerza de atracción
que ejerció el desarrollo económico de la zona, favorecido por la extraordinaria red de ferrocarriles que unían las diferentes cuencas mineras, facilitó la inclusión de obreros de provincias
colindantes, de toda Sierra Morena, desde Jaén hasta Huelva, a la llanura extremeña, el Campo de Calatrava y el Valle del Guadalquivir (Ferrer, Fleta, Ramírez y Urdiales, 2005: 9). El grupo de
andaluces, a pesar de no ser el colectivo más grande, era importante e influyente. Igualmente, la comunicación con Linares y Cartagena se mantiene constante, al ser dos potentes focos mineros para
los que el carbón de Peñarroya-Pueblonuevo es esencial en sus fundiciones de plomo. Además, quedaron más unidas si cabe por el poder expansivo de la SMMP, que entre 1912 y 1914 absorbe ambas ciudades
al convertirse en dueña y accionista de parte de sus yacimientos mineros e industriales. Este vínculo entre las tres ciudades mineras repercute en la población obrera a la hora de decidir qué
dirección tomar en los momentos de depresión y paro, crisis recurrentes en este mercado. Mineras, tarantas, malagueñas, fandangos, soleares, seguiriyas, tonás, serranas, alegrías, jaleos y tangos
son, pues, los principales cantes flamencos aportados por estos tres grupos: mineros y campesinos andaluces, mineros de Levante español y gitanos extremeños. Dichos cantes son compartidos en los
espacios de sociabilidad, estrictamente masculina, de los obreros: las tabernas, los cafés y los prostíbulos. Recorrido que diariamente realizará este gremio dentro de un ciclo evasivo que le ayude a
olvidar, al menos por un instante, que la muerte y la enfermedad le acechan cotidianamente en la mina. La ausencia de profesionales del cante es significativa. Dada la lejanía de la cuenca de otras
zonas industriales así como su pobre comunicación con el exterior, es el producto minero, el carbón, el fin de toda correspondencia. En la segunda década del siglo XX, los cantaores profesionales de
la denominada ópera flamenca, en sus largas turnés, que incluyen todos los pueblos recónditos de las provincias españolas, recalan también en Peñarroya-Pueblonuevo. Los cantes con los que siempre se
ha identificado esta población son escuchados por primera vez en voces perfectamente timbradas, muy lejanas de las broncas voces de los mineros, obreros y campesinos. Además, consiguen 4Feria en
honor de Ntra. Sra. Del Rosario, Patrona de Peñarroya, celebrada los día 8, 9 y 10 de octubre. Revista de Investigación sobre Flamenco La Madrugá, nº 5, Diciembre 2011 ISSN 1989-6042 121 despertar el
interés por el flamenco en grupos a los que la asociación de flamenco, vino y taberna los ha hecho mostrarse recelosos y alejados de este arte popular. A él acuden ahora las mujeres, la burguesía
local y la colonia francesa, que aburrida de tanta zarzuela encuentra estos espectáculos más exóticos. A Peñarroya-Pueblonuevo llegaron entre otros La Niña de los Peines, Manuel Vallejo, Polanco,
Manolo Caracol, El Niño de la Huerta, Pepe Pinto, Rafael Farina, Perlita de Huelva, Porrina de Badajoz, Adelfa Soto, La Niña de la Puebla, La Niña de Antequera, El Príncipe Gitano, Antonio Mairena.
Pero los que dejaron especial huella fueron Pepe Marchena y Juanito Valderrama. 6. El paso estelar de Pepe Marchena y la eclosión de cantaores locales La primera llegada de Pepe Marchena a
Peñarroya-Pueblonevo no ha quedado registrada, al no relacionar sus biógrafos la totalidad de pueblos que recorre en sus giras. Pero en 1917 realiza su debut en Córdoba, junto a una compañía de
variedades, en el Salón Ramírez (Cobo, 1990: 22), trasladándose este espectáculo por toda la provincia, por lo que es muy probable que recalara también por la cuenca minera. A partir de 1924 incluye
anualmente a Córdoba capital dentro de sus conciertos, algunos de los cuales lleva por toda la provincia, aunque no podemos apodemos asegurar que también pasara por Peñarroya-Pueblonuevo. Sin
embargo, Eugenio Cobo, en su biografía sobre el Niño Marchena, recoge como anécdota la pasión que sentía hacia Marchena la afición peñarriblense, y en especial la que le profesaba Pepe Conde,
empresario de Peñarroya-Pueblonuevo, que acompaña al cantaor en la gira de 1931 por todas las ciudades por las que este se desplaza: En esta turné fue como seguidor para escuchar a Pepe en todas las
plazas un aficionado de Pueblo Nuevo del Terrible llamado Pepe Conde. Cuando termina la gira hacen fiesta privada en el bar que tenía Conde en el Pueblo. Canta Pepe acompañado por Montoya y emociona
especialmente su taranta. Los oles se suceden entusiasmados. Dando las gracias, por la buena acogida, Marchena les dice a los reunidos que quien en realidad cantaba bien la taranta era Escacena,
fallecido tres años antes. Un soberbio ejemplo de humildad en quien era el artista más cotizado del momento (Cobo, 1990: 56 y ss). Como no puede ser menos en un pueblo minero, Pepe Marchena despliega
todo su carisma personal y deslumbrante voz cantando tarantas, lo que trae como consecuencia que los mineros caigan rendidos ante su virtuosismo vocal y su sensibilidad artística. Las noches de
fiesta y cantes compartidos junto a su ídolo son frecuentes en los años posteriores, convirtiéndose en el cantaor más admirado y al que más intentan emular sus incondicionales. Así, Clemente Chamizo,
minero natural de Fuente Obejuna y gran seguidor del artista, será apodado cariñosamente “Niño Marchena”; y también como “Marchenita” es conocido otro cantaor aficionado de Belmez. Rafael Farina
también tendrá sus alter ego en el pueblo. Por ejemplo, tenemos noticia de uno, apodado sin más “Farina”, aunque desgraciadamente su nombre de pila ya no se recuerda; y también a Miguel Pacha Portado
“El Pacha”, minero de profesión
Los cantes de Juanito Valderrama se escucharán en la voz de un ferviente admirador llamado “El Niño de la Venta”, siendo “El Niño Francis” más recordado por sus saetas. El cante femenino se veía
reducido al ámbito familiar pues estaba muy mal visto que la mujer acudiera a la taberna. Aunque el ambiente del pueblo es urbano y la mujer acude sola, con total naturalidad y sin compañía
masculina, a los cines, teatro, cafeterías o cervecerías, a las tabernas no tiene acceso, ya que están muy desprestigiadas. Este es el caso de Isabel Ruiz, la hija mayor de la familia de los “Rata”,
gran conocedora del cante flamenco, aunque solo lo muestra en las fiestas familiares o en Semana Santa cantando saetas. Desgraciadamente, la mayoría de los nombres femeninos se han olvidado y ya no
los recuerdan siquiera los aficionados más mayores. Aún así, hemos podido recoger el nombre de Joaquina Masa Medina, que cantaba martinetes y saetas. Solo cuatro aficionados siguen perviviendo en la
memoria colectiva, que los identifica como grandísimos cantaores: Antonio Tapias “El Sota”, José Vinagre “El Vinagre”, Serafín González “El Gavilán” y, por encima de todos ellos, Gabriel Ruiz “El
Rata”. De la capacidad creadora de estos cantaores no dudamos, aunque todas las letras que han llegado hasta nosotros como creaciones personales aparecen recogidas en otros trabajos, como los de
Génesis García (1993) o José Luis Navarro y Akio Iino (1998), que los asocian a cantes mineros oriundos de Murcia. Es probable que sí que se hayan escuchado cantes originales en
Peñarroya-Pueblonuevo, pero el paso del tiempo hace que la memoria sea hoy algo confusa. Un hecho que ratifica la veracidad de algunas fuentes consultadas es la conservación de la letra de un
fandango escrito por Gabriel Ruiz “El Rata” en una postal enviada a su amigo José Berengena, minero y cantaor de 92 años, durante su estancia en Madrid, y que él ha conservado celosamente, apoyando
este fandango la teoría de Francisco en cuanto a la capacidad creadora de Gabriel: Tiene el fandango un misterio para que se cante bien, vino que sea triunfante y la guitarra también, y Gabriel que
se lo cante. 7. El flamenco en la actualidad El cierre de las primeras minas en los años 50 obliga a muchas cantaores a emigrar, quedando en el pueblo solo un pequeño grupo de lo que antaño fue una
gran afición flamenca. Aún habrán de pasar varias décadas para que generaciones más jóvenes vuelvan a mostrar interés por el flamenco y, especialmente, por el cante minero. En 1978 se crea en el
pueblo la peña flamenca “La Minera” y con ella nace el Concurso de Cante Flamenco Ciudad de Peñarroya-Pueblonuevo, imitando la iniciativa de La Unión y con el claro propósito de devolver a este
pueblo parte de su historia y cultura minera. Esta nueva afición ha creído durante mucho tiempo que el cante minero nunca se había cantado con anterioridad al concurso. Pero, aunque es cierto que en
nuestra búsqueda nos hemos topado con grandes vacíos e interrogantes no contestados acerca de la historia del flamenco local y a pesar de no haber podido contar con los testimonios de los principales
protagonistas, desaparecidos ya hace tiempo, pensamos que esto no es así. El flamenco fue un hecho en Peñarroya-Pueblonuevo y es muy probable también que existiera alguna modalidad autóctona de cante
minero. Cercanos ya al fin, creemos haber mostrado con este trabajo que la memoria oral no recogida es un tesoro que corre el riesgo de perderse para siempre. Queremos también denunciar el abandono y
el olvido en el que se encuentra nuestro flamenco local, prácticamente desconocido por los cordobeses, pues los espacios donde se practicaba así como los cantaores y sus cantes no han sido nunca
estudiados en profundidad y con el respeto que merecen. Es indudable que, rescatando su memoria, mejoraría nuestra comprensión del flamenco de Córdoba, pues todos ellos forman parte de su historia y
son eslabones necesarios para trazar el camino que nos conduzca a conocer, estudiar y explicar nuestro flamenco más actual. 8. Bibliografía COBO, E. (1990). Vida y cante del Niño Marchena. Córdoba:
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