A finales del siglo XIX, la comarca cordobesa del Alto Guadiato era uno de los territorios más deprimidos de Andalucía.
Situada en una zona marginal al norte de la provincia de Córdoba, sus escasos recursos agrícolas y ganaderos y
algunas antiguas explotaciones mineras constituían las bases de subsistencia de una débil demografía. Sin
embargo, todo cambió en el último cuarto de siglo y la comarca, especialmente sus núcleos urbanos de Peñarroya
y Pueblonuevo del Terrible, vivió una auténtica ‘revolución industrial’ que trascendió sus límites geográficos.
Un ejemplo de colonialismo
económico con sello francés
La incidencia de la Sociedad Minero Metalúrgica de Peñarroya
(SMMP) en la comarca del Alto Guadiato (Córdoba)
MANUEL A. GARCÍA PARODY
PROFESOR DEL CENTRO ASOCIADO DE CÓRDOBA DE LA UNED
Los factores que propiciaron esa revolución
industrial en la comarca del Alto
Guadiato fueron: el incremento de
la explotación de sus yacimientos carboníferos,
la llegada del ferrocarril y, sobre todo,
la aparición de una empresa de dimensiones
transnacionales como era la Sociedad
Minero Metalúrgica de Peñarroya (SMMP).
Las primeras empresas que se instalaron
en el Alto Guadiato tuvieron como objetivo el
aprovechamiento de los recursos mineros.
Además de la Loring, Heredia y Larios y la
Bética, Manchega y Vizcaína —posteriormente
absorbidas por las compañías ferroviarias
del sur—, destacó la Sociedad Hullera
y Metalúrgica de Belmez, una empresa francesa
creada en 1861 para la explotación de la
mina de El Terrible. Esta empresa fue la que
propició, veinte años después, la creación de
la Sociedad Minero Metalúrgica de Peñarroya
(Societé Minière et Metallurgique de Peñarroya)
tras una reunión celebrada el 6 de
octubre de 1881 en la sede de la hullera belmezana
en la plaza Vendôme de París.
El capital inicial de la SMMP fue de cinco
millones de francos repartidos en acciones
controlados por la Hullera de Belmez, la casa
Rothschild y la banca Mirabeau-Puerari.
Louis Cahen D’Anvers fue designado presidente
y Charles Ledoux su primer director
general. Su gestión, con una impecable visión
empresarial y criterios avanzados, fue
decisiva para que en pocos años la sociedad
de Peñarroya se convirtiera en una empresa
de primera magnitud.
La SMMP nació inicialmente como hermana
gemela de la SHMB. La empresa hullera
se dedicaría a la extracción de carbón y la
de Peñarroya a la minería y metalurgia del
plomo. Según Charles Ledoux, la producción
de hulla apenas tenía salida si se dedicaba
sólo al suministro de los ferrocarriles o
a las débiles industrias de los alrededores.
En cambio, si se creaba un potente foco industrial
en la comarca, centrado en la producción
de plomo, generaría más demanda
de carbón y haría más rentable a la SHMB.
Los hechos no tardaron en dar la razón al
director general de Peñarroya: la hullera belmezana
dotó a su hermana de carbón para
fundir el plomo que venía de las minas extremeñas,
y en poco tiempo las acciones de la
SMMP se duplicaron en la Bolsa de París.
LA EXPANSIÓN DE LA SMMP. El 23 de junio
de 1893 se produjo lo inevitable: la sociedad de
Peñarroya se fusionó con la hullera belmezana
—en realidad fue una absorción- y comenzó
un proceso imparable de crecimiento y diversificación
en otros sectores productivos, siguiendo
los planteamientos de Charles Le-
LA HULLERA BELMEZANA
SUMINISTRABA EL CARBÓN
NECESARIO PARA FUNDIR
EL PLOMO, Y AL POCO SUS
ACCIONES SE DUPLICARON
EN LA BOLSA DE PARÍS
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doux. Entre 1900 y 1903, la SMMP compró a
las empresas de ferrocarriles andaluzas y MZA
sus explotaciones mineras, con lo que controló
prácticamente el cien por cien de la minería
del Alto Guadiato. En esos momentos la sociedad
era ya la segunda productora nacional de
carbón tras la Duro Felguera. Gracias a ello se
pudo iniciar la diversificación de la empresa
de Peñarroya y su expansión más allá del norte
de la provincia de Córdoba en las dos primeras
décadas del siglo XX.
En lo referente a la diversificación, la
SMMP se hizo presente en los siguientes sectores
productivos: la producción eléctrica,
con la creación de una central térmica en Peñarroya
y otra en Puertollano, así como con
un acuerdo con la Empresa Mongemar que
suministraba electricidad a Córdoba y a Jaén;
la expansión de los ferrocarriles, con la creación
de una serie de líneas para unir las explotaciones
mineras con las fábricas de Peñarroya,
conectar el núcleo del Guadiato con el
de Puertollano y enlazar la cuenca minera
con las líneas Madrid-Andalucía y Madrid-
Badajoz. Un total de 300 kilómetros y un parque
de cuatro locomotoras y 56 vehículos fueron
explotados directamente por la SMMP.
También explotaron nuevos recursos mineros,
sobre todo yacimientos de plomo, entre
los que destacaron las minas del Horcajo
en Almodóvar del Campo (Ciudad Real) y la
de El Soldado en Villanueva del Duque (Córdoba).
El procedimiento empleado por la
SMMP fue llegar a acuerdos con otras empresas,
como la Sociedad Escombrera Bleyberg
en el caso de la mina de El Soldado, para
su posterior absorción o la creación de filiales
en las que la SMMP siempre era el socio
mayoritario.
Asimismo, se procedió a la ampliación
de las actividades industriales gracias al
aprovechamiento de los diferentes metales
que aparecían en los yacimientos. Fue el caso
de las nuevas fábricas de zinc —gracias al
mineral procedente de la mina de San Froilán—
o de fosfatos —desde la fosforita extraída
en las minas de Logrosán—. También se
aprovecharon los residuos industriales, como
el bióxido de azufre originado en la tostación
de la blenda para producir ácido sulfúrico,
y se realizaron los primeros ensayos
para el tratamiento industrial de las pizarras
bituminosas de Puertollano.
Otro factor que desarrollaron fue el aprovechamiento
de recursos agrarios con la adquisición
de una gran finca rústica, la Garganta,
en el sur de la provincia de Ciudad Real. Esta
finca, tras los correspondientes trabajos de
limpieza de terreno, represa de caudales de
agua y apertura de caminos rurales, posibilitó
materia prima para la fundación de sendas fá-
Trabajadores de las minas
del Alto Guadiato, en
Córdoba. El desarrollo de
la minería dio trabajo
a muchos lugareños.
EN LO LABORAL, LA SMMP
MOSTRÓ UN DESPRECIO
TOTAL POR LAS DEMANDAS
DE LOS TRABAJADORES Y
APLICÓ LOS PRINCIPIOS DE
UN CAPITALISMO SALVAJE
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bricas de tejidos y papel en Peñarroya. La primera
empleó como materia prima las fibras
vegetales obtenidas en la Garganta y fabricó
sacos para envasar los abonos producidos en
la factoría de superfosfatos. La segunda llegó
a un acuerdo con la Compagnie Internationale
de Brevets Textiloise para producir papel
con pastas provenientes de los países escandinavos
y residuos agrícolas de la Garganta.
LA EXPANSIÓN TERRITORIAL. Esta ambiciosa
expansión empresarial supuso también
la ampliación de la Sociedad de Peñarroya
más allá del Alto Guadiato. Atrás quedó señalada
su expansión por Puertollano y el sur de
la provincia de Ciudad Real y por los territorios
limítrofes de Extremadura. En 1907, la
SMMP constituyó la Compañía Industrial
Minera de Linares con la Sociedad de Antiguos
Establecimientos Sopwith, que aportó
la fundición de La Tortilla, y cinco años después
se fusionó con la Compagnie Française
de Mines et Usines d’Escombreras Bleyberg,
que operaba en el sudeste peninsular y que le
permitió controlar explotaciones mineras en
Mazarrón, la fundición de plomo de Escombreras
y la fábrica de zinc de Bleyberg (Bélgica),
así como la mayoría de las acciones de
Charbonnages de Puertollano.
En 1913 absorbió la Sociedad G. y A. Figueroa
con las fundiciones de plomo de San
Luis (Linares) y Santa Lucía (Cartagena),
una fábrica de perdigones y laminado de
plomo en Marsella y otra similar en Lisboa.
Al mismo tiempo, la SMMP estableció
una intensa relación con algunos de los políticos
más influyentes de España que eran
propietarios o accionistas de algunas de las
empresas absorbidas. Fue el caso del conde
Romanones, copropietario de la Sociedad G.
y A. Figueroa, entidad que recibió, como
contrapartida de su absorción por la SMMP,
la exclusiva de la venta del plomo de la misma
en España y Argentina.
LA COMERCIALIZACIÓN. La comercialización
de los productos de la SMMP, sobre todo
el plomo, fue monopolizada por el grupo
Rothschild hasta 1909. Desde entonces se llegó
a un acuerdo con el cartel alemán Metallgessellschaft,
que controlaba la mayor parte
del comercio mundial del plomo, y la SMMP
se convirtió en la primera empresa del sector
en vísperas de la Primera Guerra Mundial.
Durante la Gran Guerra, el aprovisionamiento
de recursos, sobre todo de productos
tan demandados para el esfuerzo bélico como
el plomo, se hizo tan importante como
las estrategias de los Estados Mayores en los
campos de batalla. En este sentido, el papel
de una empresa francesa como la SMMP,
productora de recursos de singular importancia
y situada lejos de los frentes de combate,
cobró especial relevancia y contribuyó
como pocas al abastecimiento de materias
primas para los aliados.
De momento, la SMMP rompió con Metallgessellschaft
y gestionó un acuerdo con
el Banco de España, en unión de otras empresas
minero-metalúrgicas situadas en España,
para la comercialización de sus productos.
Así nació la Sociedad Franco-Española
de Almacenes Generales de Depósitos,
que permitió canalizar la financiación y comercialización
de la metalurgia del plomo.
Más adelante, la SMMP logró convencer al
gobierno francés de la necesidad de crear un
nuevo consorcio para controlar el mercado
del plomo desde los países aliados. Así fue como
se creó el grupo Minais&Metaux con la cooperación
de los poderes públicos y la iniciativa
privada, que se hizo con el monopolio de la
compraventa del plomo a escala mundial. Ni
que decir tiene que la entidad de Peñarroya
fue la impulsora y máxima participante del
grupo sustitutivo del antiguo cartel alemán.
En los años veinte, la SMMP empezó a
mostrar sus primeros síntomas de crisis en
las empresas ubicadas en España. De entrada
tuvo que sufrir los efectos de la reconversión
de una economía orientada hacia la guerra.
El sector del plomo experimentó un fuerte
descenso con una notable bajada de los precios
internacionales, lo que coincidió en España
con una caída de la producción, el agotamiento
de minas y la depreciación de la peseta.
En el sector del carbón también cayeron
los precios tras la caída de la fuerte demanda
que hubo durante la contienda y por la competencia
de los carbones del Reino Unido, que
se vendían más baratos. La manera de afrontar
la crisis fue incrementando sus inversiones
tanto en España como fuera de ella.
LOS CONFLICTOS SOCIALES. El período de
va desde la crisis de 1917 al golpe de Estado de
Primo de Rivera en 1923 fue una etapa de
gran inestabilidad política y conflictividad
social en España. La SMMP sostuvo en estos
años un pulso titánico con los trabajadores
del Sindicato Minero Metalúrgico de Peña-
EL CONDE ROMANONES,
COPROPIETARIO DE LA
SOCIEDAD G. Y A. FIGUEROA,
RECIBIÓ TRAS SU ABSORCIÓN
LA EXCLUSIVA DEL PLOMO
EN ESPAÑA Y ARGENTINA
Sede de la dirección la Sociedad Minero Metalúrgica de Peñarroya (SMMP).
rroya, constituido en 1916 e integrado dentro
de la UGT, con huelgas de especial dureza,
como la que se prolongó en 1922 durante
cuatro meses. En estos enfrentamientos se
vio con toda claridad una faceta de la SMMP
que nunca dejó de practicar: una firmeza
sin fisuras, un absoluto desprecio por las demandas
de los trabajadores y la aplicación
de los principios de un capitalismo salvaje
cuyo único interés era la obtención del máximo
beneficio.
Pese a la excelente organización de los
trabajadores, el poder de la empresa fue
siempre superior, lo que le permitió salir
triunfante. Tenía poderosas influencias en
las más altas instancias gubernamentales y
gozaba de facto de una auténtica extraterritorialidad,
hasta el punto que las autoridades
españolas jamás pudieron intervenir en
sus decisiones.
Superados estos conflictos sociales y
amortiguado el poder del sindicato, la SMMP
encontró otro contratiempo con la política intervencionista
en la minería decretada por la
Dictadura de Primo de Rivera. El Directorio
decidió intervenir en el sector tras una serie
de informes pesimistas de la Conferencia Nacional
Minera y creó una serie de consorcios,
como los del Plomo y de la Hulla, para regular
los precios, ayudar a la minería y mejorar las
instalaciones fabriles. La SMMP aceptó a regañadientes
este intervencionismo.
De momento prosiguió con su habitual
política expansionista nuevas inversiones,
pero fueron sus últimas en España. Desde
mediados de los años veinte, sus miras se
dirigieron, cada vez más, fuera de sus fronteras
con la expansión por L’Escalette (en
Marsella), Cerdeña, Argelia, Argentina y
Yugoslavia, y su participación en la ampliación
de capital de Minais&Metaux.
Gracias a la fortaleza con que superó las
crisis de los años veinte, la SMMP fue una de
las empresas que mejor pudo
hacer frente a las convulsiones
derivadas del crack de
la Bolsa de Nueva York en
septiembre de 1929. Una
buena prueba de ello fue la
decisión de su consejo de administración de
volver a duplicar su capital en 1930.
Sin embargo y pese a esta fortaleza, la
proclamación de la Segunda República cambió
por completo el comportamiento de la
empresa en España. Al descenso de la demanda
del consumo energético y de productos
fabriles, algo normal en un período de
recesión económica mundial, se unió un incremento
de los costes salariales a causa de
la política social emprendida por el nuevo
régimen y una más que evidente desconfianza
hacia las nuevas autoridades republicanas
que, al revés de lo que ocurriera en
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años anteriores, escapaban del control de la
sociedad de Peñarroya.
EL OCASO ESPAÑOL. La SMMP, convertida
en una entidad multinacional, comenzó a
deslocalizar actividades fuera de España y a
cerrar buena parte de sus centros. La mina
de El Soldado, la más emblemática de la comarca
del Alto Guadiato, fue clausurada en
1933. Numerosas fundiciones del sureste peninsular
dejaron de funcionar. La factoría
de Peñarroya sufrió la amenaza
de cierre cuando la empresa
construyó la fábrica de
Noyelles-Godault en las proximidades
de Calais (Francia).
La recesión llegó también
a la producción de pizarras
bituminosas y a los ferrocarriles
en los que disminuyó
el número de viajeros y
el volumen de mercancías
transportadas.
En pocos años, la SMMP
bajó progresivamente el nivel
de participación en sus empresas españolas
y buscó horizontes en otras partes.
Era evidente que su apuesta por la explotación
minera y la industrialización en el
norte de la provincia de Córdoba y en otras
zonas de España respondía nada más que a
sus propios intereses. Desde entonces,
aquella sociedad fundada en 1881 sólo conservó
el recuerdo de Peñarroya en su nombre
y poco más.
Un siglo después de los momentos de
mayor esplendor de las minas y fundiciones
de la SMMP, sólo permanecen en pie,
como testigos mudos de otra época, los restos
casi fantasmagóricos de las instalaciones
de lo que fue una de las principales empresas
ubicadas en España. Una empresa
que llevó el nombre de una localidad cordobesa
a los más remotos lugares del planeta.
Una empresa que puede servir de modelo
de lo que fue una dura explotación capitalista
y neocolonial, que en todo momento
se situó por encima de cualquier autoridad
cordobesa y española y que, en cuanto las
circunstancias les fueron menos favorables,
no dudó en abandonar lo que levantó
en poco tiempo gracias a la iniciativa empresarial
de sus dirigentes y al trabajo de
miles de trabajadores. ■
DURANTE LA GRAN
GUERRA, LA SMMP COBRÓ
ESPECIAL RELEVANCIA Y
CONTRIBUYÓ COMO POCAS
AL ABASTO DE MATERIAS
PRIMAS PARA LOS ALIADOS
Evolución del complejo fabril de Peñarroya.
Los pueblos
Rincones de
Córdoba con encanto
Francisco Solano Márquez (2003) [1]
En contraste con la desolación que, cual si se tratase de una ciudad bombardeada, ofrecen las derrotadas fábricas situadas al noroeste de Pueblonuevo, surge en el corazón urbano el ameno paseo de Santa Bárbara, popularmente conocido como El Llano. El encanto del lugar emana tanto de su amena vegetación como de su grato ambiente humano, pues es un espacio muy frecuentado por la población, que aquí se cita, se reúne y pasea. Hasta el punto de que si se observa la vitalidad humana que la plaza registra, que tanto contrasta con la mortecina soledad de muchos pueblos, costará trabajo creer en la decadencia socioeconómica que la ciudad arrastra desde que la crisis de los años cincuenta cerrara la mayoría de sus pujantes fábricas. El Llano es el escaparate de una ciudad viva que ejerce la capitalidad del Alto Guadiato y conserva esa distinción social que confieren la cultura y el bienestar. Y es que la animación que muestra El Llano parece desmentir la decadencia.
Entre la arboleda eleva su fachada de rojo ladrillo la iglesia parroquial de Santa Bárbara, de la que toma nombre el paseo. Si se tiene en cuenta que Santa Bárbara es la patrona de los mineros, enseguida se advierte la estrecha relación que tuvo con las minas esta moderna población, que surgió a mediados delsiglo XIX a raíz de la unión de Pueblonuevo y El Terrible. Posteriormente, en 1927 el pueblo nuevo y la cercana población de Peñarroya, antigua aldea de Belmez, se unificaron a su vez en un solo municipio.
La iglesia de Santa Bárbara es un edificio ecléctico erigido en la segunda década del siglo XX, coincidiendo con la pujanza económica alentada por la Sociedad Minera y Metalúrgica de Peñarroya, empresa de origen francés constituida en 1881. Los especialistas aprecian en el templo rasgos de tradición románica y gótica, pero por su color y hechura le parecerá al viajero un templo distinto a los que comunmente se ven en la sierra. La fachada se prolonga en torre, con su cuerpo de campanas y otro superpuesto, del reloj, rematada por un chapitel de azulejos que brilla bajo el sol.
En el centro geométrico del paseo se extiende un espacioso quiosco con terraza –cafetería y restaurante Belita, con be, diminutivo de Isabel– que en el diseño de su estructura recuerda el quiosco de música que antaño hubo en el lugar. En un rincón del establecimiento, su acogedor dueño Andrés García guarda, como un pequeño museo sentimental, imágenes y testimonios del pasado. Entre ellas podrá apreciar el viajero la terriza explanada que a principios del siglo XX era el Llano; un reclamo comercial de Casa la Valeriana, tienda de “comestibles finos” para satisfacer la demanda de los ingenieros franceses; o la pujanza industrial que alcanzaba en los años treinta la Sociedad Minera y Metalúrgica de Peñarroya. Se siente Andrés orgulloso del floreciente pasado de su pueblo, que daba trabajo a 20.000 personas, tenía siete cines y un comercio esplendoroso. Como reverso de aquel añorado esplendor la ciudad vive hoy de los pensionistas y de los prejubilados de las minas, pero en cambio no tiene trabajo para los jóvenes, que han de emigrar, principalmente a las azulejeras de la zona de Castellón. Es el reverso del encanto.
En tan cuidado parque predominan los plátanos de sombra. Robinias y morales circundan el recinto, que frente a la iglesia embellecen metálicas arcadas en las que se enredan los rosales trepadores. Álamos, prunos, cipreses, cedros, castaños, acacias y palmeras confieren variedad a la arboleda, arropada por parterres tapizados de césped, en los que también crecen adelfas, rosales, celindas y flores del tiempo. Un gozo vegetal. Frente a la iglesia una fuente con la escultura de un minero homenajea a este heroico gremio, mientras que en la vertiente opuesta, cerca de la travesía, sorprenderá al viajero otra fuente similar rematada por la figura en bronce de un perro, que dio nombre al primitivo poblado del Terrible.
El ancho acerado de la vertiente meridional de la plaza lo llenan de veladores los negocios de hostelería que se concentran en el lugar, mientras que la inmediata calle peatonal dedicada a Juan Carlos I, de florecientes comercios, enmarca la lejana silueta del castillo de Belmez erigido sobre su roca.
Guarda la ciudad otros encantos. Como el edificio de Dirección de la poderosa sociedad industrial, convertido en la espléndida residencia de mayores Virgen del Rosario, con aspecto de gran hotel, que destaca por la elegancia de su arquitectura de gusto francés. Hermosa es también, especialmente con las primeras luces de la mañana y las últimas de la tarde, la peña roja bajo la que se arrebuja Peñarroya, que toma de ella nombre, que tiene en la encantadora parroquia de Nuestra Señora del Rosario su ángel protector.