Las minas de las Morras del Cuzna se encuentran ubicadas a 7 kilómetros al sur de Villanueva del Duque. Constituyen junto a las Minas de El Soldado las minas de Villanueva del Duque.
A partir de 1932, al cerrarse las minas de El Soldado estas minas serían explotadas por la Sociedad Minera y Metalúrgica de Peñarroya hasta los años 60 en que se produce el cierre definitivo.
Destacaba de su extracción la galena argentífera (sulfuros, cinc y parte de plata), así como dos pozos importantes comunicados entre sí: pozo Virgen del Carmen y el pozo Virgen de Guadalupe.
En épocas de bonanza el complejo minero llegó a tener una plantilla de 350 hombres, y disponía de dos manzanas de casas que albergaban a unas 170 personas.
Miguel Ranchal nació en Pozoblanco pero muy pronto su familia buscó acomodo en Villanueva del Duque. Fue jornalero, albañil y cantero. A sus 18 años ingresó en la Sociedad de Oficios Varios de la localidad y pese a no contar con formación académica muy pronto destacó por sus artículos en prensa y por sus discursos. Después de participar en la Guerra de Marruecos regresó a Villanueva del Duque donde fue nombrado secretario general de la todopoderosa Sociedad Minero Metalúrgica de Peñarroya, cargo que compatibilizó con el de alcalde.
Nos contaban que el anuncio de despidos de trabajadores de la mina de El Soldado en noviembre de 1931 y junio de 1932 provocó un panorama desolador con hambruna y miseria pero Miguel Ranchal no se quedó de brazos cruzados y luchó para que la Sociedad de Peñarroya entregase al pueblo las escombreras y el yacimiento de Las Morras para su explotación como cooperativa.
Luego convenció al Gobernador civil para que respaldase su decisión de que los grandes propietarios de Villanueva del Duque contratasen a cien obreros durante un mes. Cinco de esos grandes propietarios que se negaron a acatar sus órdenes fueron detenidos por orden suya y pronto empezó una campaña contra él en determinada prensa.
Minas de El Soldado
Minas de Las Morras del Cuzna
Cierre definitivo de las Minas
El Ferrocarril de Vía Estrecha
Futuro del Patrimonio Industrial y Minero
Ya en el Imperio Romano, el filón de El Soldado-Las Morras constituyó uno de los grupos mineros más importantes de aquel tiempo. El plomo alcanzó tanta importancia en época romana, que el emperador envió un procurador para controlar la producción de éstas minas, y quizá sea ese el peculiar origen del nombre El Soldado, con que se conoce este coto.
A finales del siglo XIX y principios del XX, Villanueva del Duque se convertiría en uno de los pueblos mineros más ricos y prósperos de Andalucía y España. Las minas de plomo de EL SOLDADO, ubicadas a tres kilómetros de Villanueva del Duque, funcionaron ininterrumpidamente desde 1906 hasta 1932.
Las minas de El Soldado, pertenecían a la Compagnie Française des Mines et Usines d’Escombreras Bleyberg, que en1912 decidió en una acción desesperada, tras la quiebra de la banca Roux que le daba sustento financiero, fundirse con la exitosa Sociedad Minero Metalúrgica de Peñarroya. Dicha fusión aportó a la Sociedad Minero Metalúrgica de Peñarroya además de la explotación de El Soldado dos importantes activos: las minas Asdrúbal y Terrible 2ª de Puertollano en la otra cara de la Sierra Morena, facilitando a la segunda sociedad su presencia en los ricos yacimientos hulleros de Puertollano.
Desde el punto de vista urbanístico, este coto se encontraba estructurado en tres barrios: El barrio Tripas, la Subestación y el Cerco.
Los dos primeros eran barrios obreros, consistentes en unas manzanas de casas en torno a los pozos conocidas popularmente como “cuartelillos”, mientras que el último era el barrio de los ingenieros y empleados superiores.
En los barrios obreros, la vivienda dominante era la familiar de una sola planta, de pequeñas dimensiones, organizada a ambos lados de un corredor central que desembocaba en la cocina. Como contraste, las viviendas de los ingenieros y empleados superiores eran de grandes dimensiones, con buena distribución interior, bellos jardines, y algunas de las cuales disponían al mismo tiempo de piscina y pista de tenis.
Éste coto llegó a contar con numerosos edificios públicos como un Cuartel de la Guardia Civil, Escuelas, un Hospital, un Sindicato Agrícola y una Capilla –dedicada a San Juan Bautista, que desde 1924 contaría con una campana adquirida por el párroco Don Federico Soria de la Torre.
También disponía de Economato, Cine, Fábrica de Harina, Pósito, Campo de Fútbol, Pistas de Tenis –de las que hoy en día aún se pueden apreciar las líneas dibujadas sobre el terreno- , así como un grupo de pequeños establecimientos como el Comercio de Moisés López, el Estanco de Cabrera, la Carnicería de Santa Cruz, la Zapatería de Isaías, … y de diversos bares como el Casino de la Amistad, el bar de Pedro Ojea, o la taberna de Ramos entre otros.
Había mercadillo los días 8 de cada mes –día de la paga- , al que acudían vendedores de diferentes lugares.
En diciembre celebraban la feria de Santa Bárbara, patrona de los mineros. La fiesta comenzaba la noche anterior, con un gran derroche de petardos, y continuaba el día de la patrona, con la celebración de una misa. Al mediodía, se hacía una comida de Hermandad y, finalmente, se hacía una procesión con la imagen por las calles del pueblo.
De entre sus pozos destacarían: El pozo Luisa, El pozo Pepita Norte, El pozo Pepita Sur, El pozo Carolina y El pozo Granito.
Estas tierras eran de tal riqueza, que un buen porcentaje de ellas iban directamente a la fundición. Según un estudio realizado por ADROCHES “Evolución de la historia minera del Valle de los Pedroches”, la producción total de este coto durante sus 26 años de funcionamiento fue de 744.000 toneladas métricas: 661.948 toneladas de concentrados de galena y 81.439 toneladas de mineral vendible de blenda.
Este coto minero llegó a contar con una plantilla de casi 2.000 hombres. Estos obreros procedían de distintos pueblos, si bien hay que resaltar que la mayor parte procedía de Villanueva del Duque, siguiéndole el vecino pueblo de Alcaracejos y, en menor proporción, Fuente la Lancha y otros pueblos más distantes. En la época de esplendor de estas minas, Villanueva del Duque casi llegó a alcanzar los nueve mil habitantes.
Conviene recordar que el día 7 de Septiembre de 1927, en el poblado de las minas de El Soldado nació Aurelio Teno Teno. Visto desde el prisma de la lejanía en el tiempo, parece que el hoy famoso escultor e Hijo Adoptivo de nuestra Villa desde 1989, hubiera sido tocado mágicamente por su lugar de nacimiento para tener su vida íntimamente unida a los materiales que aquellos mineros de El Soldado obtenían de la tierra que le vio nacer, ya que, de forma casi instintiva, moldea con especial tacto la Plata y diversos materiales hasta convertirlos en las obras de arte que han extendido su nombre internacionalmente.
Hoy en día, en esta planicie de dehesa se mantiene uno de los conjuntos mineros más desconocidos de Andalucía, con testimonios históricos de gran valor documental y patrimonial.
De los vestigios de su pasado de esplendor sólo le queda a El Soldado, junto a algunos edificios derruidos y la recientemente restaurada Estación de Ferrocarril, la Subestación y el Lavadero.
Entre los restos de edificaciones sobresale, junto a la antigua térmica en ladrillo, una hermosa arquitectura más urbana que rural: la Subestación Eléctrica, realizada en hormigón armado con rasgos estilísticos propios de la generación de arquitectos del Madrid de 1925. La Subestación, que abastecía de energía eléctrica a toda la maquinaria de las minas, sigue funcionando en la actualidad abasteciendo de electricidad a los pueblos de Villanueva del Duque, Alcaracejos y Fuente la Lancha.
El Lavadero, denominado “Explotación Virgen de Guía”, pertenece desde 1.974 a Don Manuel Moreno Cañas, siendo su concesionario la Sociedad Minero Metalúrgica de Peñarroya.
Miguel Ranchal Plazuelo
Nace 1902 en Pozoblanco (Córdoba) de profesión cantero, albañil, trabajador del campo de formación autodidacta llegó a ser empleado de minas.
cantero, albañil, trabajador del campo de formación autodidacta llegó a ser empleado de minas. Datos biográficos Hizo el servicio militar combatiendo en la guerra de Marruecos, en los blocaos de Xauen, donde fue herido. Socialista fundador de las Juventudes Socialistas en 1918 en Los Pedroches desempeñó el cargo secretario del Sindicato de Minero de UGT en la cuenca “El Soldado”. Fue alcalde del municipio de Villanueva entre 1931 y 1938, siendo designado diputado provincial de 1932 a 1934. En representación del la Diputación formó parte en 1933 en la elaboración del Anteproyecto sobre el Estatuto de Autonomía de Andalucía. Desempeñó cargos importantes en la Comisión Ejecutiva Provincial del PSOE, adscrito en la tendencia “Prietista” del partido junto a los también históricos socialistas Juan Palomino Olalla y Francisco Azorín, quienes fueron fuertemente contestados en la asamblea de 2 de febrero de 1936 por los nuevos compañeros emergentes, como Manuel Sánchez Badajoz, Manuel Castro Molina y el doctor Vicente Martín Romera, todos seguidores del ala “Largo Caballerista”. El motivo de la acusación tuvo su base los en acontecimientos revolucionarios de octubre de 1934 a los que se le tachó de pasivos. Miguel Ranchal se preocupó que no le faltara trabajo a los mineros de la cuenca del Alto Guadiato y, para ello viajó a Madrid y París con objeto de conseguir que la Sociedad Metalúrgica de Peñarroya no cerrara las minas y dejara desamparadas a muchas familias. Ágil escritor colaboró en artículos de prensa entre otros, Córdoba Obrera y libros como ¡Alerta! , Octubre rojo y Hombres que dejan huella. En plena Guerra Civil, en el año 1937, demostró ser un hombre sensible y humanitario al dejar libres a los presos de derechas de la cárcel de su pueblo, dado que tuvo conocimiento de que los milicianos del Batallón Jaén pretendían fusilarlos. Entre estos presos estaba un hermano de los generales Carvajal que prestaban servicio entre los sublevados. Igualmente salvó a 60 derechistas retenidos en las minas. Destinado en el campo de Alcantarilla (Murcia) como aviador pudo salir del país al terminar la guerra, como hicieron otros muchos a través del espacio aéreo, pero no quiso huír y fue apresado en abril del 1939, llegando a ser internado en el campo de concentración de la localidad alicantina de de Albatera. En enero de 1940 lo trasladan a la cárcel Porta-Caeli en Valencia, donde un mes después pasó a la Modelo de Barcelona. La familia se enteró de que iba ser fusilado por una carta de él mismo envió a su esposa fechada el 13 de junio de 1940. La ejecución se realizó en una playa barcelonesa deshabitada llamada Campo de la Bota. Lo enterraron en el cementerio de Montjuic en la denominada Fosa de la Pedrera. La sentencia aplicada por el duro tribunal militar fue la pena capital en razón a su “adhesión a la rebeldía". Su esposa hizo gestiones frente a las mismas personas que el propio Ranchal había salvado, estas personas, casi 50 en total, enviaron diferentes cartas e instancias para intentar librar de la pena de muerte a Ranchal, pero todo fue inútil. Ningún organismo comunicó su defunción, así que llegada la democracia algunos familiares encontraron el expediente nº 5.948, por el que se supo del mismo y sus causas. Los familiares han reivindicado la anulación de la condena por la que fue fusilado, argumentando que Miguel sólo cometió el delito de defender la legalidad constitucional, y que en la contienda no se le podían imputar delitos de sangre, dado que su actitud fue la contraria, siendo un hombre que liberó a muchos de sus oponentes de una muerte segura.
Las minas de las Morras están ubicadas a unos siete kilómetros al sur de la localidad, aunque de menor importancia que las minas de El Soldado debido a la menor riqueza de los filones. Todos éstos filones se encuentran en el interior del cerro “Morras del Cuzna”, de donde toma su nombre este grupo minero. Se tiene constancia de que en época romana ya fueron explotadas, como demuestran las cerámicas halladas en la zona. Su actividad continuó en época árabe, teniendo lugar en esta zona la construcción de un castillo por la tribu bereber, perteneciente al clan Kazan, en el siglo VIII, conocido como “El Castillo del Cuzna o de la Mora”, del que hoy apenas se conservan algunos restos. Al clan Kazan perteneció el cadí Mondir Ibn Said al-Ballutí, jefe de la oración en la mezquita de Medina Azahara en tiempos del califa Al-Haken II, quien se alojó en dicho castillo largas temporadas. Este importante asentamiento musulmán fue conquistado en 1237 por Fernando III “El Santo” y donado a la Orden de Calatrava, quien lo mantuvo hasta que en 1245 se integró en el alfoz de la capital, quedando adscrito a la parroquia de Bélmez. Todo el entorno ha estado siempre envuelto en un halo de leyenda y misterio, favorecido por la existencia de éste castillo árabe y su aljibe y galerías que vertebran todo el cerro. En torno a una cueva, próxima al castillo -formada posiblemente por los trabajos mineros en las galerías-, surge la Leyenda de la Mora, según la cual se dice que ésta cueva está habitada por una mora que se encuentra encantada, y que cada cien años sale de la cueva para lavar sus valiosos tesoros al río Cuzna. Si alguna persona la ve y se lleva sus tesoros sin decir palabra, queda desencantada, en cambio, si se le habla se convierte en una bestia feroz que le ataca hasta darle muerte. A partir de 1932, al cerrarse las minas de El Soldado estas minas serían explotadas por la Sociedad Minera y Metalúrgica de Peñarroya hasta los años 60 en que se produce el cierre definitivo. De estas minas se extraía galena argentífera, es decir, sulfuros, cinc y parte de plata. De entre sus pozos destacarían dos: el pozo Virgen del Carmen y el pozo Virgen de Guadalupe; ambos se comunicaban entre sí por el interior. Esta comunicación era conveniente, pues en caso de hundimiento se podía salir por el otro pozo. A pesar de la cercanía a ambos, las características eran diferentes, pues mientras que el primero tenía una ley en plata que no llegaba al kilo por tonelada, el segundo alcanzó, en ocasiones, a rebasar los 4 kilos. Este complejo minero de Las Morras llegó a disponer de una plantilla de unos 350 hombres, y disponía de dos manzanas de casas que albergaban a unas 170 personas.
En una pequeña localidad del oeste de Inglaterra, a lo
largo de la primera mitad del siglo XVIII, nació la Revo-
lución Industrial por la confluencia de varios factores: la
presencia en un mismo territorio de carbón y mineral de
hierro, así como de personas con el ingenio y el espíritu
emprendedor necesarios para utilizarlos a gran escala.
Todo ello cristalizó con la primera gran obra y todo un
símbolo de la nueva cultura industrial, el primer puente
de hierro jamás construido, que permitía atravesar la gar-
ganta del río Severn y que dio de paso nombre a aquella
población: Ironbridge, el puente de hierro.
Como un reguero de pólvora, la Revolución Industrial
se extendió por Gran Bretaña, dando lugar a una fuerte
demanda de materias primas, principalmente carbón,
como fuente de energía, y metales. Para ello debieron
hacerse profundos avances en el arte de la explotación
minera, especialmente en cuanto al bombeo del agua al
exterior. El peligro de inundación fue siempre uno de los
obstáculos más serios a los que hubieron de enfrentarse
los mineros. Surgieron así enormes y pesadas máquinas
de hierro, movidas por la fuerza del vapor, no sólo para el
achique de agua y extracción del mineral, también para el
transporte de mercancías, dando comienzo al ferrocarril
y a los barcos de vapor.
Esta necesidad creciente de materias primas llevó a
las potencias europeas del momento, con Gran Bretaña
y Francia a la cabeza, a extender sus tentáculos, primero
por el resto del continente y luego por el mundo entero.
España, y especialmente el sur de la península, se convir-
tió a lo largo del siglo XIX en una verdadera colonia que
alimentaba con sus metales la producción industrial de
estos países. Riotinto, Linares-La Carolina, Sierra Alma-
grera… constituyeron pronto cotos mineros explotados
con capital propio, y extranjero la mayoría de las veces,
dedicados a la exportación de minerales y metales.
Con algo de retraso con respecto a los focos ante-
riores, también esta verdadera fiebre por los metales, en
nuestro caso la “fiebre del plomo”, llegó a nuestra tierra.
El valle de los Pedroches y a la cabeza del mismo, la zona
al sur de Villanueva del Duque y Alcaracejos, había sido
objeto de pequeñas explotaciones desde el calcolítico.
Primero fue el cobre y el oro, posteriormente, bajo la
dominación romana, la minería adquirió una escala mayor
extrayéndose plomo y plata. Los romanos descubrieron,
y explotaron por medio de sencillos mecanismos de
achique como la noria o el tornillo de Arquímedes, los
filones de galena argentífera encajados en las pizarras
al sur de la gran masa granítica de Los Pedroches, pro-
fundizando más, hasta cerca de los 200 metros, aquellos
con un mayor contenido en plata, caso del llamado filón
argentífero en el campo de El Soldado. Restos evidentes
de su presencia son las estrechas y profundas rafas que
aún pueden verse siguiendo los filones junto al cerro del
castillo de Cuzna o de la Mora.
La minería contemporánea se desarrolló en nuestra
localidad en varias fases, dando lugar en cada una de ellas
a distintos vestigios o construcciones materiales.
En una primera fase (1860-1870) se refunden los
antiguos escoriales romanos. Los romanos, aunque bue-
nos prospectores, eran malos fundidores y sus escorias
contenían un apreciable contenido en plomo y plata
que fue objeto de extracción por medio de hornos de
boliche. Destacaron fundiciones como la Lealtad y Tres
Amigos, de las que pocos vestigios quedan aunque sí
sus escorias de vidrio tan usadas luego para empedrar
nuestras calles o plazas.
En una segunda fase, hacia la última década del
siglo XIX, tiene lugar la verdadera “fiebre del plomo”
en Villanueva del Duque. Numerosas compañías como
la Anglovasca, la argentífera de Córdoba, la de Escom-
breras Bleyberg… se instalan en la zona y comienzan a
abrir pozos y galerías siguiendo los filones, con diferente
éxito. La primera mina rentable fue Araceli, abierta junto
al arroyo de los Hornos hacia 1886, y de la que aún se
conserva la chimenea de la casa de bombeo en el actual
vertedero de residuos sólidos. Esta mina sirvió como
reclamo para la apertura de otros pozos. De hecho, hacia
1891 entran en explotación varias minas importantes: San
Rafael, situada junto a la anterior en la entrada del verte-
dero, Carolina, el Triunfo, el primer pozo de El Soldado,
Terreras, la segunda mina con mayor producción tras el
Soldado, y Demetrio, concesión situada en la falda este
de las Morras del Cuzna. Unos años más tarde, hacia
1900, se abren la Reservada, bien visible por situarse
junto a la N 502 cerca del río Cuzna, o Tres Naciones,
al sudoeste de las Morras.
Se trata de una minería de tipo Cornish, llamada así
por la región de Cornwall en el sudoeste de Inglaterra,
donde primero se puso a punto la nueva tecnología de
extracción minera basada en el vapor. El elemento más
notable de ellas era la casa de bombeo para el desagüe
de la mina, que albergaba el enorme cilindro de hierro,
con un pistón en su interior, y sostenía el balancín o
bob que al oscilar movía la barra de bombas. Junto
a la misma existía una casa, menos sólida, donde se
encontraban las calderas que alimentaban de vapor el
cilindro. Esta maquinaria procedía en buena parte de
Inglaterra y a veces se trataba de máquinas ya utilizadas
en las minas de allí.
También la maquinaria de la casa de tracción que
sacaba el mineral era movida por el vapor y contaba
con su correspondiente casa de calderas aledaña. Tanto
la maquinaria, como el lavadero, basado en la diferente
densidad entre el mineral y la ganga, necesitaban gran
cantidad de agua, razón por la que es frecuente encontrar
junto a estos pozos grandes piscinas para el almacena-
miento de este líquido, la mayor de la zona se conserva
junto a la mina El Pastor.
Estos primeros pozos con recubrimiento interior
de piedra eran de sección muy alargada, para separar el
compartimento por donde subían y bajaban las cubas
con el mineral, del utilizado por los mineros para subir y
bajar por medio de escalas de madera o hierro. Su trabajo
era durísimo pues tanto la perforación como el acarreo
en el interior y el machaqueo y separación del mineral
en el exterior, llevado a cabo en buena proporción por
mujeres y niños, se realizaba casi exclusivamente de
forma manual. El mineral concentrado se trasladaba por
entonces a lomo de mula o con carros hasta la estación
de Espiel, desde donde se embarcaba y trasladaba por
ferrocarril hasta la fundición de Peñarroya.
En una tercera fase los métodos de explotación y
concentración se mecanizan y modernizan. Esto se
consigue merced a los avances tecnológicos derivados
de la introducción de la electricidad, el aire comprimido
y los lavaderos de flotación, sin olvidar la llegada del
ferrocarril. Todo ello requería una fuerte inyección de
capitales que a nuestra zona llegan de la mano de la
Sociedad Minero Metalúrgica de Peñarroya (SMMP),
primero en asociación con Escombreras Bleiberg, a la
que después absorbería en 1912.
En 1906 se tiende la línea de ferrocarril entre Peña-
rroya y Pozoblanco, que facilita el transporte de mineral
y mercancías, así como la llegada de carbón. Junto a
dicho trazado se ha rehabilitado con acierto la estación
de El Soldado y se conservan varias casas de paso a nivel,
alguna también rehabilitada, así como los enganches que
unían la vía con el lavadero y la central térmica. Otros
trazados menores tendidos por la SMMP conectaban
los pozos Carolina, Granito y Luisa y Pepita Sur con
el lavadero que la empresa francesa construyó junto al
pozo Pepita Norte, el principal pozo del cerco de El
Soldado. Estos pozos tienen una sección más cuadrada
y de paredes ovaladas con recubrimiento de ladrillo.
En 1908 se construye junto al pozo Triunfo la central
eléctrica, uno de los elementos más emblemáticos del
cerco, que generaba electricidad quemando carbones
traídos en ferrocarril desde el Guadiato. Diez años más
tarde se erige junto a ella, con un estilo arquitectónico
bien distinto, la subestación eléctrica que transforma
el voltaje de la electricidad procedente de la central de
Pueblonuevo. La SMMP también fue pionera en la in-
troducción de un moderno lavadero de flotación para
la separación de las menas, que estaba situado junto al
pozo Pepita Norte y parte de cuyos restos pueden verse
casi totalmente sepultados por la gran escombrera de
finos.
Como elementos más significativos cabe destacar
los restos de castilletes de los pozos Pepita Norte, en el
cerco, Granito, al este, Gracias al Noroeste o el del pozo
Oeste. Del pozo más profundo del grupo, el Luisa, se
conserva la base del castillete y en buen estado la casa
de máquinas de tracción. Especial mención merece el
con su correspondiente casa de calderas aledaña. Tanto
la maquinaria, como el lavadero, basado en la diferente
densidad entre el mineral y la ganga, necesitaban gran
cantidad de agua, razón por la que es frecuente encontrar
junto a estos pozos grandes piscinas para el almacena-
miento de este líquido, la mayor de la zona se conserva
junto a la mina El Pastor.
Estos primeros pozos con recubrimiento interior
de piedra eran de sección muy alargada, para separar el
compartimento por donde subían y bajaban las cubas
con el mineral, del utilizado por los mineros para subir y
bajar por medio de escalas de madera o hierro. Su trabajo
era durísimo pues tanto la perforación como el acarreo
en el interior y el machaqueo y separación del mineral
en el exterior, llevado a cabo en buena proporción por
mujeres y niños, se realizaba casi exclusivamente de
forma manual. El mineral concentrado se trasladaba por
entonces a lomo de mula o con carros hasta la estación
de Espiel, desde donde se embarcaba y trasladaba por
ferrocarril hasta la fundición de Peñarroya.
En una tercera fase los métodos de explotación y
concentración se mecanizan y modernizan. Esto se
consigue merced a los avances tecnológicos derivados
de la introducción de la electricidad, el aire comprimido
y los lavaderos de flotación, sin olvidar la llegada del
ferrocarril. Todo ello requería una fuerte inyección de
capitales que a nuestra zona llegan de la mano de la
Sociedad Minero Metalúrgica de Peñarroya (SMMP),
primero en asociación con Escombreras Bleiberg, a la
que después absorbería en 1912.
En 1906 se tiende la línea de ferrocarril entre Peña-
rroya y Pozoblanco, que facilita el transporte de mineral
y mercancías, así como la llegada de carbón. Junto a
dicho trazado se ha rehabilitado con acierto la estación
de El Soldado y se conservan varias casas de paso a nivel,
alguna también rehabilitada, así como los enganches que
unían la vía con el lavadero y la central térmica. Otros
trazados menores tendidos por la SMMP conectaban
los pozos Carolina, Granito y Luisa y Pepita Sur con
el lavadero que la empresa francesa construyó junto al
pozo Pepita Norte, el principal pozo del cerco de El
Soldado. Estos pozos tienen una sección más cuadrada
y de paredes ovaladas con recubrimiento de ladrillo.
En 1908 se construye junto al pozo Triunfo la central
eléctrica, uno de los elementos más emblemáticos del
cerco, que generaba electricidad quemando carbones
traídos en ferrocarril desde el Guadiato. Diez años más
tarde se erige junto a ella, con un estilo arquitectónico
bien distinto, la subestación eléctrica que transforma
el voltaje de la electricidad procedente de la central de
Pueblonuevo. La SMMP también fue pionera en la in-
troducción de un moderno lavadero de flotación para
la separación de las menas, que estaba situado junto al
pozo Pepita Norte y parte de cuyos restos pueden verse
casi totalmente sepultados por la gran escombrera de
finos.
Como elementos más significativos cabe destacar
los restos de castilletes de los pozos Pepita Norte, en el
cerco, Granito, al este, Gracias al Noroeste o el del pozo
Oeste. Del pozo más profundo del grupo, el Luisa, se
conserva la base del castillete y en buen estado la casa
de máquinas de tracción. Especial mención merece el
7
impresionante castillete de mampostería del pozo Es-
partales y el polvorín cercano.
Tras el cierre de los últimos pozos de El Soldado, en
febrero de 1933, se abre un período en el que la actividad
minera se centró principalmente en el tratamiento de
las escombreras y finos de lavado de épocas anteriores.
Con el reciente cierre del último lavadero, el virgen de
Guía, finaliza la actividad minera contemporánea en
Villanueva del Duque.
Los trabajos de extracción se limitaron durante esta
H o y
día, pasado
más de un
siglo desde
la construc-
ción de la
mayor parte
de los ele-
mentos ar-
quitectóni-
cos ligados
a la minería
contem-
poránea,
y cuando
quedan cada
vez menos
testigos di-
rectos de este
pasado, la conservación y protección de este patrimonio
material se hace cada día más necesaria, si queremos
que no caiga en el olvido esta parte vital de la historia
de nuestro pueblo.